NO HAY BURLAS CON EL AMOR
Colocando la burla en el centro de la obra y convirtiéndola en su motor principal,
Calderón nos aporta una visión de las relaciones amorosas cargada de irreverencia
y acidez, pero también de una profunda ternura. Se burla tanto de los que se
entregan a él como de los que se resisten. Ninguno escapa a la irreverencia del
autor madrileño en un mundo al revés donde las fronteras entre lo fingido y los
verdadero se difuminan, donde los criados pretenden amar como lo hacen sus
amos y éstos como lo hacen sus criados, donde la canónica pareja de enamorados
pasa a un segundo plano y resulta absolutamente ridícula, como también lo hacen
quienes pretenden cerrarse al amor, ya sea refugiándose en el materialismo egoísta
y el cinismo del calavera don Alonso o en la elevada pedantería de doña Beatriz.
Porque el amor, nos dice Calderón, duele inevitablemente, pero no hay manera de
escapar a él. Le da la vuelta a nuestras vidas, nos revoluciona, nos angustia, pero en
él y sólo en él se encuentra la verdadera vida y al final, si queremos vivir realmente,
no queda más que abrirnos a él, a pesar de todo.
Pero a pesar de la desbordante comicidad que impregna la obra, ésta no deja de
contener la mirada desencantada de un autor hacia su tiempo. Calderón mira con
amargura una realidad que, ante la caducidad de los valores vetustos y obsoletos
que la enmarcan, se ha entregado a la miseria emocional de un conocimiento vano
y un materialismo vacío. Así, el juego teatral se vuelve ansia de lo irrealizable,
convirtiendo las convencionales bodas del final en el anhelo de una reconciliación
del hombre con su verdadera naturaleza, de la que parecemos estar alejándonos
irremediablemente.
Elenco
Ana Ruth
Belén Landaluce
Marc Servera
Luis Espacio
Jose Luis Monquera
Cocó Jiménez
Jose Ramón
Dirección
Josete Corral
Escenografía
Victor Longás
Vestuario
Berta Navas
Sonido
Arantxa Melero